Qué llenas las manos...

Qué llenas las manos de trabajo y de caricias, qué lleno el corazón de anhelos por cumplir, todavía....

Porque Vicente Ferrer no soñó con un retiro cómodo para conjugar verbos en primera persona , para ser "feliz" lejos de esa luna que brilla distinta en la India. Vicente Ferrer vivió y murió donde tenía que vivir y morir porque él lo decidió.

Y murió cuando el AMOR con mayúsculas, Aquel que primero le pidió el corazón , le llamó a su lado. Y es que Vicente Ferrer al entregar su corazón libre, se lo encontró devuelto más grande, más sano, más libre, y con más fuerza para multiplicar el bien a su paso.... Y lo hizo.


Y entonces el bien se contagió de sonrisas infantiles, de juegos en el patio, de sumas y restas en la escuela, y de paz en las familias que rezaban juntas al calor de una vida nueva... El bien se contagió de bien, y contagió a muchos pequeños corazones que también querían y quieren llenar poco a poco sus manos.

Las manos llenas.
Sólo pienso en esas manos. Y en las noches de esas manos, y en los días de esas manos...Y quiero no olvidarme de esas manos.

Vicente Ferrer descansa ya en Aquel que enamoró su corazón , en Aquel en el que siempre descansó. Vicente Ferrer no se equivocó cuando entregó su corazón al AMOR.