Sin Dios, hasta las ciudades pierden alma. Lo he sentido en Tirana, capital de Albania , cincuenta años-hasta 1992- cerrada al mundo por el régimen comunista.
Si Dios ha muerto, según Nietzsche, el ser humano también muere frente a un horizonte de piedra que se agota en la fórmula, complicada, de su materialidad.
A veces los sentimientos hablan sin necesidad de grandes teorías.
Cuando en medio de la frialdad un gesto humano de cariño nos acaricia el cuerpo, también nos llega dentro y la esperanza vuelve a sonreir. Dios existe porque existe el sentirse bien con los pequeños detalles que nos hablan de amor. Y cuando Dios se define a Sí Mismo lo hace como AMOR, en ese binomio inseparable de dar y recibir. Sin dar, sin darme, no descubro mi ser más profundo y más gozoso. Sin recibir, sin saberme querida, no soy capaz de dar un sí rotundo a mi existencia.
TIRANA, sin belleza manifiesta, me ha ayudado a encontrar a Dios por la angustia de de su ausencia.
Y desde Tirana, hacia el norte y hacia al sur, Dios se me ha hecho presente en las montañas rotundas de Albania , en el rostro recio y valiente de sus gentes; en los lagos luminosos y claros que nos recuerdan que la verdad es transparente, y en ciudades de piedra blanca, que nos trnsmiten el regocijo de tanta vida pasada y presente entre el paisaje y el quicio de sus ventanas...
Y sé que hubiera detenido mi viaje en Gjirokastra, cuesta arriba, cuesta abajo, hasta empapar mi ser de la sensibilidad en letras de Ismael Kadaré...
Cada viaje es un misterio par el viajero. Su ser más hondo palpitará cuando menos se lo espera. Y en la sorpresa estará el regalo, el recuerdo, y el momento en el que la eternidad se le hará presente.
De vuelta a casa, el equipaje interior de las viajeras descansará en su espíritu. Algo habrá cambiado en cada una de ellas.
Y Albania, también será distinta , desde que esas dieciocho mujeres, entre las que me cuento, con historias diferentes, dejaron sus huellas de amor por los caminos de un país que se abre y merece la pena descubrir....
Si Dios ha muerto, según Nietzsche, el ser humano también muere frente a un horizonte de piedra que se agota en la fórmula, complicada, de su materialidad.
A veces los sentimientos hablan sin necesidad de grandes teorías.
Cuando en medio de la frialdad un gesto humano de cariño nos acaricia el cuerpo, también nos llega dentro y la esperanza vuelve a sonreir. Dios existe porque existe el sentirse bien con los pequeños detalles que nos hablan de amor. Y cuando Dios se define a Sí Mismo lo hace como AMOR, en ese binomio inseparable de dar y recibir. Sin dar, sin darme, no descubro mi ser más profundo y más gozoso. Sin recibir, sin saberme querida, no soy capaz de dar un sí rotundo a mi existencia.
TIRANA, sin belleza manifiesta, me ha ayudado a encontrar a Dios por la angustia de de su ausencia.
Y desde Tirana, hacia el norte y hacia al sur, Dios se me ha hecho presente en las montañas rotundas de Albania , en el rostro recio y valiente de sus gentes; en los lagos luminosos y claros que nos recuerdan que la verdad es transparente, y en ciudades de piedra blanca, que nos trnsmiten el regocijo de tanta vida pasada y presente entre el paisaje y el quicio de sus ventanas...
Y sé que hubiera detenido mi viaje en Gjirokastra, cuesta arriba, cuesta abajo, hasta empapar mi ser de la sensibilidad en letras de Ismael Kadaré...
Cada viaje es un misterio par el viajero. Su ser más hondo palpitará cuando menos se lo espera. Y en la sorpresa estará el regalo, el recuerdo, y el momento en el que la eternidad se le hará presente.
De vuelta a casa, el equipaje interior de las viajeras descansará en su espíritu. Algo habrá cambiado en cada una de ellas.
Y Albania, también será distinta , desde que esas dieciocho mujeres, entre las que me cuento, con historias diferentes, dejaron sus huellas de amor por los caminos de un país que se abre y merece la pena descubrir....