miércoles, 23 de junio de 2010

...en la mirada de un tropiezo

Hay momentos en la vida que nada es razonable.
Hay momentos en la vida que se dispara la emoción por todas partes.
Y siento que ahora mi vida es emoción por la vida misma,
por no pensar cuando miro el horizonte,
por dejarme ser con ellos: con el viento, con la luna, con los valles de trigo maíz y centeno
.
Hay momentos en la vida que mirar hacia atrás es encontrarte con el dolor grande, monstreco, como un guardaespaldas de ginmasio, y encontrarte , menos mal, con una dicha humilde, chiquita, discreta, escondida entre las sábanas y entre guiños al secuestro de tanto tiempo dado, entregado, ¿perdido?( sólo el que pierda su vida por amor a los demás la encontrará, dice Jesús, el de Nazareth)

Hay momentos en la vida en los que sé que , todavía, los quiebros metafísicos me dan la mano en los paseos.
Hay momentos en la vida en los que sé que ese estúpido idealismo hegeliano se aferra a mí como a una amante que quiere huir del absoluto ultracongelado.

Pero hay momentos en los que la nada se llena de todo cuando dos almas se encuentran en la mirada de un tropiezo. Entonces sé que nada importa más allá de esos ojos que se miran en la niebla y que adivinan desfiladeros irracionales de belleza juntos

Ahora , sentada en el vacío irracional de emociones vividas, ya puedo invitar a Hegel a merendar. Porque ahora Hegel ocupará su espacio y se conmoverá en una tarde sin tesis ni antítesis, sin tiempo medido pero compartido.
En una tarde con la única verdad del sabor del jamón, del pan, y del vino tinto.

viernes, 18 de junio de 2010

UN MAL JEFE. LA DESMOTIVACIÓN TOTAL

Para comenzar a escribir este post he tenido que tomar una buena ración de "control emocional". Porque si no, la afectividad hubiera bloqueado a la inteligencia y al escribir sólo hubiera puesto adjetivos calificativos . Y muchos.

NO SOY YO la que a estas alturas de la vida tengo un mal jefe. No. Pero sí lo tiene alguien a quien quiero, y por eso me afecta.
Así que , con el tazón de "control emocional" en el coleto , quiero y debo argumentar por qué un mal jefe desmotiva y crea una angustia que repertuque directamente en la salud como la peor de las relaciones sociales.
Vamos a ver:
Trabajar cada día exige esfuerzo.
Y para esforzarse hay que tener fuerza. Hay que comer bien. Potajes para el cuerpo y potajes para nuestro esqueleto psicolólógico que se desgasta aún más que el otro.
Cuando accedemos a un trabajo, parte de esa fuerza que nos alimenta psíquicamente depende de CÓMO seamos dirigidos por la persona encargada de que nuestro trabajo rinda como tiene que rendir.
Un buen jefe
-sabe que lo más importante es que la persona a su cargo tenga clara la tarea, los objetivos, su función.
-Por tanto un buen jefe debe COMUNICAR BIEN.
Pero, claro, primero es él quien tiene que tener claro el CONTENIDO de su comunicación. Si no hay un proyecto bien estudiado de trabajo, de objetivos, de estilo, el jefe dará órdenes según las urgencias, pero dará órdenes descon troladas, sin unidad y sin mucho fundamento.
Después vendrán los nervios de actuar al buen tuntún; los nervios de "esto no funciona" . Y por los nervios desatados, las descalificaciones a sus subordinados. Verá lo negativo, y su propia inseguridad a la hora de conseguir objetivos la pagará con los que tiene a su lado.

Un mal jefe es un PÉSIMO motivador.
Un mal jefe no crea ilusión por el trabajo, no apasiona con la tarea,
no es capaz de hacer crecer las alas para que cada quién vuele por sí mismo.

Después de trabajar con un mal jefe no se ha aprendido nada y se ha sufrido mucho.

Gracias a Dios, y al progreso social, a los malos jefes también se les puede denunciar. Y hay mucha jurisprudencia sobre los daños que que su incompetencia provoca.
Así que mejor que hagan un buen curso de "Educación para directivos" antes de dar una sola orden. Y que, antes, les evalúen emocionalmente,también.
Pues eso.

viernes, 11 de junio de 2010

Desde los cedros del Líbano

La madera de cedro es fuerte y resiste bichitos devoradores. Nadie puede con ella. Como ese pueblo libanés, machacado por las bombas, que se reconstruye con la esperanza de un recomenzar sin miedo...

Viajar al Oriente Medio es viajar a la vida y viajar a la muerte. Todo es vida. Y la vida tan sagrada. Y la muerte, tan presente como la vida

¿Por qué la música, los cantos y los cascabeles no silencian el sonido del terror? Lo pensaba mientras asistía a la misa de los católicos maronitas. Pero primero había estado en una iglesia ortodoxa. Y de camino, el eco emocionante de los rezos en la Gran Mezquita.

Algo tiene esa tierra que embruja y enciende pasiones extrañas. Que embruja y encierra el cuerpo de la mujer amada en el misterio de lo invisible.
No puedo juzgar lo que siento que no comprendo. Pero es cierto,sí, que algo tiene esa tierra que traspasa la piel del corazón hasta el escalofrío.
Lo sentí con más fuerza en Siria y en Jordania, el año pasado, cuando me enamoré de Palmira, del desierto, de su luz, de los beduinos...

Líbano la he vivenciado diferente. Más desde la epidermis. Porque Líbano saca pecho, no se esconde. Líbano se muestra, se exterioriza, y lo mismo se baña en el mar que se pierde entre montes plagados de cedros. Líbano se esfuerza y trabaja con tesón día a día . Pero Líbano busca la noche , la fiesta,el lujo. Líbano se expone. Y sabe que acabará atrapándote. Y te atrapa.
Quizás sea esa manera de ser, trabajadora, luchadora, generosa, inteligente, fenicia y alegremente superficial, la que le impidió que no quedara sepultado su ser, definitívamente, entre los escombros.
Pasear hoy por Beirut es encontrarte con la ilusión de verla crecer ,un poco más nueva, cada mañana.
Y todo me hace sentir, y pensar.
Porque viajar al Oriente Medio es viajar para dejarse encontrar...